EL VAGABUNDO
Todo se va en la vida como se van
los pájaros.
Tú has llegado a esta tierra y has contado que estabas
esperando un asombro
—como si no tuvieras bastante con el tuyo—
y allá, en las oficinas,
en los puertos marinos,
en los metros urbanos,
en los recintos serios de los centros ilustres,
has dejado tus cosas:
la flor de la mesilla,
el engaño amarillo que llevas en la frente,
la voz de mapamundi
que compraste una noche en un ultramarinos,
tus calcetines negros como hombres de luto
y el coral de tu cama cuando te sientes solo.
Tú has llegado a esta tierra y has contado que estabas
esperando un asombro
—como si no tuvieras bastante con el tuyo—
y allá, en las oficinas,
en los puertos marinos,
en los metros urbanos,
en los recintos serios de los centros ilustres,
has dejado tus cosas:
la flor de la mesilla,
el engaño amarillo que llevas en la frente,
la voz de mapamundi
que compraste una noche en un ultramarinos,
tus calcetines negros como hombres de luto
y el coral de tu cama cuando te sientes solo.
Eres un
vagabundo,
un cometa que pasa recorriendo el océano
después de amar los astros que no conoce nadie;
no llevas equipaje más que las golondrinas
ni más camisa blanca que tus dientes pequeños;
no llevas alimentos, pero encuentras pescado
en cualquier quesería
y leche en las tabernas
y corbatas sin nudo en la piel del dentista.
No te faltan luceros para tu rumbo largo
y conquistas mujeres con la sal de tus ojos.
un cometa que pasa recorriendo el océano
después de amar los astros que no conoce nadie;
no llevas equipaje más que las golondrinas
ni más camisa blanca que tus dientes pequeños;
no llevas alimentos, pero encuentras pescado
en cualquier quesería
y leche en las tabernas
y corbatas sin nudo en la piel del dentista.
No te faltan luceros para tu rumbo largo
y conquistas mujeres con la sal de tus ojos.
Pero tú necesitas que te besen el
cuello
cuando tengas jaqueca;
tú quieres una madre, con el rostro oloroso,
que te arregle la almohada;
tú quieres unas flores que te enjuaguen los dedos
y un armario de azúcar para guardar la ausencia.
cuando tengas jaqueca;
tú quieres una madre, con el rostro oloroso,
que te arregle la almohada;
tú quieres unas flores que te enjuaguen los dedos
y un armario de azúcar para guardar la ausencia.
Pero tú vas de paso,
de paso, solamente. Tú no puedes
comprar ninguna casa,
ningún chalet en el monte,
ninguna tierra indómita donde domar caballos
o sembrar azucenas o descubrir petróleo
o hallar viejos tesoros.
de paso, solamente. Tú no puedes
comprar ninguna casa,
ningún chalet en el monte,
ninguna tierra indómita donde domar caballos
o sembrar azucenas o descubrir petróleo
o hallar viejos tesoros.
Tú no puedes quedarte:
eres un vagabundo;
te vas como los pájaros.
( De mi libro " La Tierra
indiferente", Premio Carmen Conde, Ediciones Torremozas eres un vagabundo;
te vas como los pájaros.
Vivo aislado sin ruidos. La oreja izquierda, hace años que no oigo bien o nada. La oreja derecha está sorda, como el mismo gobierno, esperando ser lavada el próximo jueves (tapón de cera), eso sí, después del almuerzo con mi amigo Alfredo. Así que los coches para mí todos son eléctricos, sin ruido. Los petardos los oiré todos pero de baja intensidad.
La poesía me entretiene, me acompaña, me
distrae en parte de mí ELA. Esta autora Maria Luisa Mora Alameda los cuelga en el Facebook,
yo los leo y archivo, ella no lo sabe, mantener el secreto, no se lo digáis.
Josep
prototipos de sillas para la montaña,
a resguardo del SOL y la LLUVIA.